Kuvas S.C.
Sevilla
1997
Un ciudadano revisa, reinterpreta y reutiliza la ordenanza urbanística de ocupación de vía pública por contenedores para crear una Reserva Urbana de Suelo Público utilizando los contenedores de escombros como base física para la instalación de equipamientos temporales, susceptibles de ser autogestionados por los ciudadanos sin control de las instituciones, haciendo efectivo de este modo su derecho a participar en el desarrollo de la ciudad.

La estrategia consistió en solicitar al Ayuntamiento una licencia de ocupación de la vía pública para instalar un contenedor, que supuestamente serviría para retirar los escombros de una obra menor realizada en una casa vecina. Sin embargo, una vez otorgado el permiso, el contenedor sirvió como soporte para un columpio, que fue la primera zona de juegos autogestionada.
Al cabo de pocos días, un vecino sorprendido denunció la extraña aparición del contenedor con columpio.
La policía llamó al teléfono inscrito en el contenedor y el ciudadano responsable de su instalación tuvo que comparecer en comisaría para presentar los documentos y licencias pertinentes. La Gerencia Municipal de Urbanismo desestimó la denuncia, ya que el ciudadano había cumplido con todos los requisitos establecidos en la normativa municipal: el contenedor era de colores llamativos, su instalación no entorpecía la circulación por la vía pública, y en él se identificaba de forma clara a su propietario. Además, los técnicos de la Gerencia no encontraron argumentos legales que impidiesen la utilización del contenedor con una función distinta a la de recogida de materiales de construcción.
Durante el verano de 1997, el contenedor se instaló en dos localizaciones distintas y durante más de cuatro meses se experimentó con diferentes posibilidades de equipamiento. Se usó como espacio de juegos, en una versión con columpio vaivén, como tablao flamenco, colocando un suelo de madera, versiones que gozaron de gran afluencia de público infantil y adulto. Un grupo de niños le dio una salida comercial, cobrando a los vecinos por asistir a una representación teatral escenificada en su interior, y aportando así ideas espontáneas difícilmente predecibles.
En otras versiones se usó como un espacio para la reflexión y activación ciudadanas, con diferentes configuraciones: una ruleta con términos urbanísticos que incitaba a pensar el espacio público, una silueta de una casa que insinuaba la posibilidad de instalar una vivienda temporal en el contenedor, y finalmente una versión con paneles informativos que enseñaban cómo instalar una cuba y sugerían otras posibilidades de uso del contenedor, como instalar una piscina, crear una zona verde, o una versión con bancos y mesas-tablero para juegos o espacio de reunión.
A pesar de la información que se facilitó a los vecinos y del éxito de la prueba piloto, nadie quiso repetir la experiencia, ni siquiera contando con la cesión gratuita del contenedor.